Hace un año discutíamos unos compañeros de clase, estudiamos Periodismo y teníamos que preparar un trabajo, cómo enfocar la búsqueda de las fuentes de información que pensábamos emplear para realizarlo. Casi todos estuvimos de acuerdo en simplificar el proceso acudiendo a Internet y emplear las que cada uno encontrara y considerase oportuno. El trabajo trataba sobre la libertad de cátedra y, al buscar en Google, el número de resultados de la búsqueda, aparte de ser hasta incoherente, era amplísimo y por tanto inabarcable y relacionaba multitud de enlaces que poco o nada tenían que ver con el concepto principal que buscábamos. Realizamos después una búsqueda avanzada, acotando los resultados mediante operadores booleanos y limitando los resultados únicamente a documentos en formato .pdf. Lógicamente el número de documentos se redujo pero seguía siendo una maraña de informaciones, de todo tipo, desde estudios académicos de autores reconocidos hasta artículos anónimos sin relevancia y de procedencia e ideología incluso dudosas. Tras ver que estábamos perdidos entre tanta información decidimos utilizar la opción de Google Books y encontramos algún material bibliográfico digitalizado al respecto, pero muchos de ellos con la información restringida y por tanto inaccesible y que remitían irremediablemente al manual original. Al final, como el tiempo se nos echaba encima, y como teníamos mucho más ‘ruido o desinformación’ que información y no lográbamos centrar el tema, hicimos lo que en principio no queríamos hacer: buscar en los muchos catálogos online de bibliotecas a las que podíamos acudir e ir a por los libros. Tras esto, dimos con varios monográficos de gran calidad dedicados íntegramente a la libertad de cátedra con los que pudimos enfocar el trabajo, y una vez hecho esto, ya elegir de entre todas las informaciones que encontramos en Internet aquéllas que más se adaptaban al enfoque que queríamos darle.
Lo que quiero decir con esto, es que personalmente creo que Internet es una herramienta absolutamente útil que aglutina todo tipo de informaciones, recursos y fuentes que pueden emplearse, pero que a falta de una verdadera web semántica aún plantea muchas interrogantes en su uso como herramienta para acceder al conocimiento. Por un lado, el grado de ignorancia de todas las posibilidades que ofrece y que día a día se multiplican, se sobrepasan e incluso se superan dejando a otras obsoletas casi sin tiempo de asimilación. Existen conceptos como ‘brecha digital’, ‘analfabetismo digital’… etc. que vienen a resumir que el hecho de que la información exista no significa necesariamente que se pueda acceder a ella, bien por desconocimiento de los medios, de las tecnologías o por la falta de accesibilidad. De ahí que inmersos en la llamada Sociedad del Conocimiento se estén proyectando desde los poderes públicos políticas de formación (Plan Avanza, Red.es) para ampliar y amplificar el uso de la red para todo tipo de gestiones a través de Internet. Por ejemplo, las utilidades que ofrece la Administración Electrónica, y que hacen de Internet una herramienta útil en muchos más usos que el entretenimiento o el académico. Y por otro, el hecho de que gran parte de la información que se encuentra en Internet esté en inglés y que para quienes no lo hablan es por tanto incomprensible, a pesar de que la presencia del castellano sea cada vez mayor, y que los traductores que permiten comprender los textos van mejorando pero distan mucho de proporcionar una traducción literal y contextual y por tanto comprensible y fidedigna.
Creo que para que la información se transforme en conocimiento es necesario saber cómo acceder a ella, a través de las múltiples opciones que Internet ofrece, y manejar y conocer todas las herramientas para acotarla, focalizarla y saber cómo descartar todo aquello que la desvirtúa. Y algo que creo que es fundamental, no todo lo que está en la red es todo lo que hay, es una parte pero no el todo, y no hay que dejar de lado otras formas de acceso a la información y por tanto al conocimiento.