Bien conocida por todos es la encarnizada lucha que sostienen las operadoras de telefonía, de las de estar por casa o sacar a paseo, por cerrar contratos con nuevos clientes, robarles cuántos sea posible a la competencia y rizar el rizo al ya de por sí rizado bucle de ofertas, contraofertas, contra-contraofertas y nuevos servicios. Hoy, viernes, tras tan sólo siete días fuera de mi casa -lo siento, una gastroenteritis se apoderó de mí estos últimos días y nada como los cuidados maternos para recuperar cuerpo y mente-, he regresado, y como de costumbre lo primero que he hecho ha sido consultar las llamadas a mi teléfono fijo. Dos de mi amiga Raquel -suele llamarme martes y jueves-, varias de otros amigos, y 18 sospechosas llamadas de un número desconocido y otro que empieza por 911... De nuevo el servicio automático de marcación de Jazztel...
No pararán de llamarme hasta que me haga cliente, y eso que en mi pueblo, casi haciendo frontera con otra dimensión, su compañía apenas tiene cobertura. En cuestión de tres años han podido ser más de 500 llamadas, muchas de ellas contestadas con un “Por Dios!!! Dejen de molestar! Y no llamen más, y mucho menos a la hora de la siesta, a las ocho de la mañana o a las 11 de la noche, un domingo por la tarde o un viernes por la noche!!!”. Da igual, la operadora de turno es la de turno, y la del siguiente, que ni conocerá a la anterior, seguirá haciendo su trabajo y contactando con aquellos posibles clientes que su empresa decida. De nada han servido amenazas, reclamaciones en Consumo, peticiones para eliminar mis datos o infinidad de porfavores-no-me-llamen-más.
No pararán de llamarme hasta que me haga cliente, y eso que en mi pueblo, casi haciendo frontera con otra dimensión, su compañía apenas tiene cobertura. En cuestión de tres años han podido ser más de 500 llamadas, muchas de ellas contestadas con un “Por Dios!!! Dejen de molestar! Y no llamen más, y mucho menos a la hora de la siesta, a las ocho de la mañana o a las 11 de la noche, un domingo por la tarde o un viernes por la noche!!!”. Da igual, la operadora de turno es la de turno, y la del siguiente, que ni conocerá a la anterior, seguirá haciendo su trabajo y contactando con aquellos posibles clientes que su empresa decida. De nada han servido amenazas, reclamaciones en Consumo, peticiones para eliminar mis datos o infinidad de porfavores-no-me-llamen-más.
¿Tan voraz es la competencia entre compañías que le hacen la vida imposible a los ciudadanos? ¿Tan necesaria es en nuestras vidas la conexión a Internet que son incesantes las ofertas que recibimos? ¿Y si como en mi caso, el móvil es sólo un aparato que sirve para llamar y enviar mensajes o como mucho hacer una foto y no necesito ni iPods, iPads, Blackberrys o como se llamen, ni 3G, ni el mundo en mi bolsillo?
Pues bien, he recordado un post que alguien con alias Vipère de Gabon... escribió hace años en su primer intento de blog (allá por el 2005) que relataba parte de lo que él mismo sufrió en sus carnes (me encanta esta expresión, en sus carnes) nada más dar de alta su teléfono en su recién estrenado piso. Ahí os lo dejo, espero que os guste, al menos hoy yo me siento muy identificado con el señor Gabón...
I “- Diga. - Le llama Vanesa Fernández, del departamento de marketing Telexanadú. ¿El señor de Gabón? - ¿Quién le ha dado mi número de teléfono? - Está en las páginas amarillas. Yo le llamaba para ofrecerle nuestra promoción de 128 canales de televisión, internet ADSL 60 megas, llamadas gratuitas y 4 visitas de nuestras profesionales del amor, todo ello por 100 euros mensuales. Es una oferta irrestible. ¿Le interesa? - No. Y tache mi número de sus páginas amarillas, por favor. ¿Cuelga Vd. o cuelgo yo? - Es política de la empresa que yo no le cuelgue. - Bien, pues cuelgo yo.
II - Diga. - Le llama Vanesa López, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿Está el señor de Gabón? - Sí, en coma, en el hospital. ¿Qué deseaba? - Quería hablarle de nuestras últimas ofertas en telefonía móvil, fija y combi. - Pues lo lamento mucho, pero ya le digo en qué estado se encuentra. Si quiere llevar su celo profesional hasta el extremo, puede acudir al Hospital Comarcal de 19h30 a 20h. No obstante, si despierta, puedo decírselo yo. - ¿Sí, haría eso por mí? Si recupera la consciencia recuérdele por favor hablarle del servicio "manos libres" que ofrecemos en la oferta combi, seguramente tras el coma le interese. ¿No cree? ¿Perdone? ¿Está usted ahí? ¿Oíga?
III - Diga. - Le llama Vanesa Martínez, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿El señor de Gabón? - Sí, soy yo. - ¿Vd. tiene sus servicios de telefonía contratados con la compañía Aunesfuerzos, ¿no? - Mire, no voy a responder a preguntas retóricas. Consúltelo en la pantalla que tiene delante, y de paso dígame cuándo me toca ir al dentista. ¿Es que no tiene otra que hacer? - No tiene por qué ponerse ordinario, señor. - Mire, señorita, si quisiera ponerme ordinario, créame que lo haría. Yo a Vd. no la llamo a su casa para molestar. ¿Por qué lo hace Vd.? ¿Le he dado yo mi número de teléfono? Que yo sepa, no nos conocemos. - Es mi trabajo. - Pues su trabajo es una porquería. ¿Ve como puedo ponerme ordinario si me lo propongo? Y ahora, deje libre mi línea, si no le importa.
IV - Diga. - Le habla Vanesa Cruz, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿El señor de Gabón? - Perdone, pero salgo en este momento de casa. - ¿Cuándo volverá? - Uf, un día, en el futuro. - ¿Podría concretar más, es para anotarlo? Si no le puedo llamar yo, otra compañera, la señorita Vanesa Cruz 2 podrá atenderle. - Pues sí, un día, en un futuro muy lejano. Gracias.
V - Diga. - Le llama Vanesa Pérez, del departamento de marketing Teletel. ¿El señor de Gabón? - Sí, soy yo. ¿Nos conocemos? Le adelanto que no hablo por teléfono con desconocidos. De eso se ocupa mi abogado. ¿Conoce la firma de abogados Garrigues? Pregunte por el mío. Él le atenderá. Gracias.
VI - Diga. - Le llama Vanesa González, del departamento de marketing Teletimo. ¿El señor de Gabón? - Está en la cárcel, por evasión de impuestos. ¿Qué deseaba? - Nada, bueno, ya llamaré en otro momento. - Sí, dentro de unos dos años y un día, cuando obtenga el tercer grado. Lamento no poder resolverle nada, monada.
VII - Diga. - Le llama Vanesa Rodríguez, del departamento de marketing Telestop. ¿El señor de Gabón? - ¿Quién es Vd.? - Vanesa Rodríguez, de Telestop. - ¿Y cómo ha sabido la hora a la que volvíamos de la India? - No lo sabía, le hemos llamado 1276 veces hoy y al fin ha cogido el teléfono, ¿le interesaría que le comentara nuestras ofertas? - Pues no, muchas gracias, quizás en la llamada 10.000 me encuentre usted de humor. Buenas tardes.
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