Tras varios días en los que mi vida se ha caracterizado por algo así como un constante más-que-estudio-frenesí, hoy por fin he podido sentarme un minuto frente al espejo y llegar a algunas conclusiones escalofriantes. Por ejemplo, que pienso aprovechar cada instante que esté al alcance de mi mano para dormir. Un carpe diem centrado en el sueño –y de paso en los sueños-. Y es que mientras repasaba los ítems del día, que pasan por un frenético tête-à-tête sin compasión con una maraña de interminables páginas repletas de confusión, he reparado en que mi antigua cara de manzanita golden se va esfumando. Vamos, las ojeras se han apoderado de ella hasta tal punto que podría hacerme un kimono con ellas o como poco, tejerme un jersey de cuello vuelto. Este es el estado actual de mi cara, que justificaría un congreso dermatológico internacional o al menos una nueva y revolucionaria crema antiage Loreal Men de las que anuncian modelazos que no las necesitan. Lo cierto es que siempre he sido un fan de las ojeras. Pero en las caras de los demás, no en la propia. Alguien con ojeras, en cualquier latitud, longitud o dimensión tiene grandes posibilidades de seducirme, vamos, en castellano claro... "llevarme al huerto". Podrían haberlo hecho fácilmente –hace unos años, dicho sea de paso- Agustín Díaz Yanes o Benicio del Toro, entre ellos. Y gente anónima con la que me cruzo cada día por la calle. A mí el look yonqui-ojerizo–contenido, claro está, me gusta, qué le voy a hacer. Pero reconozco que no es la tónica general. Al menos entre el círculo en el que me muevo, en el que el valor de una piel-piel no tiene precio. Y claro, aunque me quiero mucho a mí mismo, va contra natura caer rendido ante mis propios pies. Así que hoy he tomado dos determinaciones, dormir más e invertir una parte sustanciosa de mi salario en cosmética: voy a empezar por un tratamiento de choque que combina ambas medidas y que consiste en dormir con sendas rodajas de pepino en los ojos. Toda una experiencia, ya iré poniendo fotos del Antes y el Después, ésas que tanto agradan. Las ojeras tienen los días contados. Al menos en mi cara.
MI DIFÍCIL VIDA CON LA MEMORIA
Hace 8 años

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